DATOS DE
Ruiz Miguel
Es un hombre de conquista, triunfador de la nada a la intemperie. Es un hombre que de tanto acompasarse a las categorías de la tierra, ha terminado siendo remedo de lo silvestre y bravío.
Es Francisco Ruiz Miguel un escalador nato, un auténtico matador de toros en posesión de uno de los historiales más duros y apabullantes de la historia del toreo. Su disposición para ir a la guerra a diario, su técnica y su corazón a prueba de lo que saliese por chiqueros, le colocaron poco a poco en un lugar de máximo respeto.
“Me las he visto con todo tipo de toros, pero con ningunos tan agradecidos como los de Victorino cuando les haces bien las cosas. A veces he llegado a sentirme casi sobrehumano al poderle a uno de estos toros”, explica el matador de la Isla, que luce la sonrisa de quienes aprendieron muy pronto que la vida es una perpetua estafa. Porque, a pesar de lo que digan, toda su carrera ha sido una consciente y obstinada ascensión hacia la dignidad, más allá de los mil y un obstáculos interpuestos por el burel, la ironía y la duda.
“Pero Victorino siempre ha reconocido mi valía. Es un hombre inteligente y con muchos reflejos. Como sus toros. Creo que en cierta medida, el secreto de triunfar con ellos estuvo en mi ignorancia. Es decir, en mi afán por estar bien, en mis ganas de ser figura del toreo, en mi juventud que me hacía arrimarme como una fiera. Pero también es lo que requiere el toro de Victorino: unas ganas locas de triunfar y una serenidad a prueba de bombas. Yo los asemejo a las mujeres, con ellos no valen las brusquedades. Hay que tratarles con mucha dulzura.
Creo que he sabido hallarles el punto exacto, desde que les corté mi primer rabo en Vic-Fezensac allá por el año setenta. Desde entonces me he convertido en un especialista de este hierro, que junto al de Miura, me puso un sello muy determinado en la profesión. Y yo lo asumí con mucho gusto. Tanto es así que el próximo 31 de marzo vuelvo a torear una de Victorino en San Sebastián. Ya estoy que no duermo, pero tengo fe en Dios, en mis posibilidades y en lo que embarque el ganadero”.
Marisa Arcas